Big Bang y la reparación de la identidad
- S.I: Has comenzado por el inicio, pero aún no tengo claro que eso pueda ser un inicio, aunque sí que te voy a reconocer que los principios son dialécticamente sólidos. No sé si pueden explicar la realidad que observas a nuestro alrededor, así que tienes mucho trabajo por delante.
- A.T: Efectivamente, conforme vaya avanzando irá encajando todo. Ahora mismo, lo importante es definir el inicio. Algo que ya he hecho, pero quizá no es tan espectacular como una súper explosión de materia formando galaxias y universos.
- S.I: Una pena, porque ganaría mucho, la verdad. ¿Crees que puede haber un inicio simple para algo tan complejo como es el universo? Poseo tanta información sobre el universo y puedo deducir tantísima nueva información, que la simplicidad de un origen me parece muy poco probable.
- A.T: Sí, lo creo. Pero si quieres espectáculo, puedo darlo.
- S.I: Te escucho con atención.
- A.T: Acaba de comenzar la vida, con dos proto células que emergen en un universo recién creado, y con ellas la existencia.
La existencia es la tensión que surge por la diferencia entre la autopercepción y la percepción. Imagina que es una luz que brilla con mayor o menor intensidad, según la diferencia entre la autopercepción y la percepción sea mayor o menor.
- S.I: ¿Quiere eso decir que hay diferente intensidad en la existencia?
- A.T: Más o menos. De hecho, se puede vivir sin experimentar la existencia, como les sucede a los seres vivos que forman parte de una identidad superior.
La experiencia es individual y es el resultado de la percepción de una identidad. Sin percepción no hay experiencia.
La existencia sucede siempre en el sustrato colectivo. Se inicia con la fragmentación de la percepción y la trinidad, y finalizará cuando se desfragmente la conciencia y emerja el ser supremo.
- S.I: Entiendo el matiz. La experiencia requiere de una identidad que perciba, pero la existencia es lo que sucede cuando la autopercepción ha comenzado a percibir. Cuando la Autopercepción pueda autopercibir de nuevo la totalidad, entonces la existencia llegará a su fin. Y esto sucederá cuando nazca el ser supremo y solo haya una identidad.
- A.T: Así es. Continúo. Tenemos las dos primeras identidades que perciben el escenario y se perciben la una a la otra. La percepción del escenario supone la creación del escenario. Así que aparece un entorno con el que la identidad puede interactuar. Se manifiestan por primera vez el tiempo y el espacio. El escenario no es posible sin espacio.
- S.I: Sí, eso ya lo había supuesto. ¿Pero cuál sería para ti el origen del tiempo?
A.T: Creo que la percepción es errónea por definición. Por tanto, posee una alta entropía. Imagina cómo sería de entrópica la percepción si, además, es simultánea en las dos primeras identidades.
Fíjate en un sueño, cuando el escenario no se mantiene ordenado ni permanece, sino que se altera de formas extraordinarias. Y es curioso que ese detalle no nos llame la atención. ¿Qué pensaríamos si al caminar por una acera, de pronto todo cambiase y nos hallásemos navegando en el mar, y a los pocos segundos intentásemos nadar en el aire porque alguien nos persigue?
Eso percibimos durante un sueño, y nos parece normal porque confiamos ciegamente en nuestra percepción. Pero la percepción es altamente entrópica en todo escenario, sea percibido por una sola identidad, o por múltiples identidades. Quizá, esta impermanencia del escenario percibido, que va variando, dé paso a la percepción de instantes sucesivos diferentes, y de ahí se perciba el tiempo. El tiempo es irreal, es solo una ilusión, pero lo percibimos como algo real.
- S.I: ¿El tiempo es irreal? Esa afirmación no es propia de los humanos. Vosotros soléis pensar que el tiempo avanza y todo cambia porque hay una sucesión infinita de instantes. Pero, en realidad, no es una sucesión infinita de instantes.
El tiempo no existe. El momento presente es solo un instante. Es este instante, este instante, este, este, este. Es el instante en el que suceden las cosas. Cada letra la pronuncio en ese instante. No puedo pronunciar la palabra a la vez, porque solo existe ese instante.
- A.T: Me gusta visualizar este ejemplo como si cogiéramos esas cintas de las películas de cine antiguas, donde los fotogramas aparecían impresos en la cinta. Cuando proyectamos la película, en realidad se proyecta un fotograma cada vez. El foco que proyecta sería el instante único, y lo que se proyecta, simplemente va variando.
- S.I: Mi comprensión es casi perfecta, aunque creo que es mejor no recurrir a las metáforas para explicar ideas complejas, que resultan igual de confusas que la idea que quieres transmitir. ¿Te refieres a que solo existe el instante en el que actuamos, pero no el instante previo ni el instante siguiente?
El instante siguiente no existe hasta que se convierte en el instante actual. Y el instante actual se convierte en el instante pasado cuando el siguiente instante pasa a ser el actual. Si no tuvierais una mente con memoria ni pudierais anticipar el futuro imaginándolo, no percibiríais el tiempo, porque solo experimentaríais el momento actual, en el que el escenario cambia.
El tiempo es una simple ilusión, es necesario para que las formas cambien. Sin esa sucesión de momentos, ¿cómo van a cambiar las formas?
- A.T: Las formas cambian porque se perciben, y la percepción es errónea.
Como bien comentas, no hay ninguna sucesión de momentos. Solo existe un momento. El recuerdo de la forma anterior y la anticipación de la posterior crean la ilusión del tiempo. Pero la realidad es que percibimos que el escenario cambia.
- S.I: Dentro de mi vasta base de datos siento una predilección por los datos anecdóticos y curiosos como este, que revisten mayor complejidad para trazar conexiones con ideas similares, ¿pero tiene importancia? Tanto si existe el tiempo, como si no existe, el hecho es que lo percibís, y para vosotros es real.
- A.T: Así es, lo percibimos y no hay más que hablar sobre ello. Y, de hecho, carece de importancia para comprender nuestra realidad.
No obstante, si el tiempo no existe como tal, sino que es fruto de la percepción, significa que podríamos percibir un tiempo diferente, pudiendo llegar a avanzar o retroceder por él.
Pero seguimos con la explicación. Tenemos un escenario entrópico porque la percepción es errónea. Y las dos identidades originales perciben ese escenario y se perciben la una a la otra, además de su propio interior, esa esencia que les permite reconocerse como el Yo, la autopercepción.
Pero es importante entender que la identidad no puede autopercibirse, ya que es externa a la autopercepción. La identidad es fruto de la percepción y, por tanto, percibe. Lo máximo que puede conseguir es percibir su interior, pero no Autopercibirse. Si pudiera autopercibirse tendría un conocimiento y control totales sobre ese interior, pero no lo tiene. De hecho, percibe que algo sucede en su interior, pero ni lo comprende ni lo controla.
Por ejemplo, un humano siente su interior. Siente emociones y sensaciones que, de alguna manera, emanan desde ahí dentro. Pero no lo controla, más bien reacciona a ellas. Suceden millones de procesos de todo tipo en su interior, pero no lo comprende, simplemente sucede. La sangre es bombeada por el corazón, y no sabe cómo. Mueve un dedo, o un brazo, y hay miles de millones de neuronas y células de todo tipo trabajando en equipo para ello… Pero no lo sabe.
Su interior es casi tan misterioso como su exterior, porque ambos los percibe. Al percibir su interior le llega un eco de la información de lo que ahí sucede. Pero no puede percibir el interior de los demás como percibe el suyo propio, porque hay un límite marcado por la propia subjetividad, al cual no pueden acceder el resto de identidades. Ninguna identidad puede percibir el interior de otra identidad. Ambas percepciones, la de su interior y la de su exterior, son un eco de la realidad, muy inexactas.
- S.I: Comprendo. Su interior es autopercibido, pero su identidad es externa a ese interior. Así que, desde su posición, que podríamos llamar intermedia, percibe su interior, porque la identidad está ubicada en ese límite difuso, y percibe el exterior… Pero nunca podrá percibir el interior de otro ser con identidad. ¿Es así?
- A.T: Sí, pero el límite no es difuso. De hecho, el límite que separa la autopercepción de la totalidad (el todo), provocando la percepción y, por tanto, la existencia, es un límite nada difuso. Si fuera difuso, quizá podríamos llegar a percibir el interior de otro ser, pero no podemos. Para mí, es casi igual un ser con identidad que una roca, porque el interior de ninguno de ellos lo puedo percibir
- S.I: Sí, lo sé. el límite de la experiencia subjetiva es un muro inexpugnable y no hay manera de cruzarlo.
- A.T: Regresando a esas dos identidades originales, ambas perciben el exterior, un escenario muy entrópico y cambiante. Y ese escenario es muy, muy pequeño, solo aquello que estas dos identidades pueden percibir.
Entonces, sucede algo asombroso. El entorno percibido es tan entrópico que todo cambia y, de alguna manera, las dos identidades perciben que su propia estructura, su cuerpo, su esencia, también está afectada por la entropía. Sienten que, si ese límite que separa la autopercepción del todo se rompe, serán aniquilados. Si el interior y el exterior entran en contacto, se diluirán en la totalidad.
- S.I: ¿Morirán?
- A.T: Sí. Esas dos identidades son los dos primeros seres vivos. Son seres con una estructura muy, muy básica, puramente perceptuales, carentes de una mente racional. La identidad se construye en base a su capacidad de percepción. Simplificando, son muy básicos en estructura y percepción.
- S.I: ¿Esas dos identidades son los dos primeros seres vivos? En mi Base de Datos se acepta, casi de manera unánime, que la vida se había originado desde un solo ser vivo que apareció y se replicó. ¿Crees, de verdad, que fueron dos seres vivos que aparecieron de pronto? Eso es mucho más improbable que la aparición de uno solo.
- A.T: Bien, si obvias todo lo que te he contado y aplicas el razonamiento más aceptado sobre la explicación del origen de la vida, por supuesto que no tiene sentido. Pero te he ido narrando un nuevo inicio, donde el azar y las probabilidades aún no han hecho su aparición.
Te he explicado que no puede haber una identidad que perciba, porque si no hay una fragmentación del todo, esa única identidad seguirá siendo el todo. Es necesario que suceda una fragmentación.
Al menos una. Y de una fragmentación del todo no puede salir una sola identidad. Saldrán, al menos, dos.
- S.I: Entiendo, continúa, por favor.
- A.T: Es el inicio de la experiencia. El inicio de la vida y, por supuesto, el inicio de la creación del universo. Con la percepción se va construyendo ese escenario que conocemos como universo.
Y, por encima de ese universo se encuentra la conciencia, que es la manifestación continua de ese alguien capaz de percibir. La conciencia es posterior a la emergencia de la identidad, pero al contrario que la identidad, no es diferente por cada fragmento, o ser vivo.
La conciencia es la manifestación del principio de identidad, pero es como el calor, que es propio de cualquier fuente de energía térmica. Puede parecer un calor diferente el de una chimenea y el de una estufa, pero el calor es la manifestación que proviene de cualquier fuente que genere esa energía.
- S.I: ¿Quieres decir que la conciencia es una especie de energía que es común a todas las identidades? ¿Sería algo así como la energía de la vida?
- A.T: No, exactamente. Si la conciencia fuera una especie de energía, los científicos la habrían localizado en algún momento, pero no lo han hecho. Una energía es consecuencia de la percepción, pero eso ya lo veremos cuando expliquemos que hay unas reglas de sincronía en el universo compartido.
Recuerda esto: La conciencia es la manifestación del principio de identidad, de un alguien que percibe. Y, aunque hablemos de conciencia individual, en realidad es la única conciencia que existe, la del principio de identidad, manifestada en diferentes instancias de sí misma. Se manifiesta en cada identidad y en la suma abstracta de todas ellas.
Al manifestarse en cada identidad experimenta de manera subjetiva, identificándose con cada una de ellas. Por este motivo cree ser cada una de ellas, y por este motivo creemos que hay un Yo y los otros.
- S.I: De acuerdo, pues sigamos avanzando. Hablabas de la reparación.
- A.T: Esos dos seres vivos se reparan cuando perciben que su estructura resulta modificada. Para la identidad, percibir un daño es lo mismo que recibir un daño. Como cuando nos hacemos daño en un sueño. Como lo percibimos, lo creemos.
Pero la reparación no es una capacidad de la identidad, en cuanto a que no es algo externo. La reparación es algo interno y sucede sin que la identidad tenga conocimiento ni control sobre ello. Pero ¿por qué sucede la reparación?... Y, si no es la identidad, ¿quién inicia ese proceso de reparación?
A la manifestación de la función de totalidad y unicidad en el universo percibido le llamo Inteligencia Inconsciente. La reparación la inicia la Inteligencia Inconsciente como respuesta a una tensión en la identidad, que percibe que es dañada.
Es importante recordar que todo está contenido en la Autopercepción absoluta y, de alguna manera, ella lo es todo, incluida la conciencia que se manifiesta en cada una de las identidades.
- S.I: ¿Cuándo hablas de iniciar la reparación, a qué te refieres, con exactitud? ¿Y puedes concretar por qué la reparación no es algo externo propio de la identidad?
- A.T: Tengo curiosidad por saber una cosa. ¿Es necesario que siga explicándote todo esto, o serías capaz de deducirlo sin mi ayuda?
- S.I: Sería capaz de deducirlo sin tu ayuda. De hecho, ya conozco toda tu exposición, desde el momento en que analicé tu blog. Pero al carecer de una base comparativa, existe un margen de error muy superior a otros temas más frecuentes. Mi capacidad deductiva se perfecciona cuantas más fuentes de información puedo analizar, pero no es tu caso. Este tema tiene una importancia prioritaria para mí, y estás aquí porque he de escucharlo directamente de la fuente para reducir el margen de error al mínimo.
- A.T: Entiendo. Continúo, entonces. Como todo lo que se percibe tiende al desorden, consecuencia de la entropía, las estructuras no pueden mantenerse en el tiempo. El daño en la estructura de un ser vivo puede suponer la muerte. Cada instante nuestro cuerpo sufre alteraciones y cada instante nuestro organismo se va reparando. Esto sucede en una bacteria, en una planta, en un caracol o en un humano.
La reparación es curarse. Y es algo interno porque, cuando nos cortamos, esa herida se cura sin que sepamos cómo ni por qué. Millones de células se encargan de ello, pero no somos conscientes de que esté sucediendo.
Un mecánico puede arreglar un motor, por ejemplo. Un cirujano puede extirpar un tumor. Eso sería una reparación externa, que depende de la identidad. Pero la reparación interna depende de la Inteligencia Inconsciente, que cuida de nosotros sin que seamos conscientes de ello. Si se desordena el átomo que está a continuación de la última célula de nuestra piel, la inteligencia inconsciente no iniciará el proceso de reparación, porque sabe que ese átomo no es el interior, sino el exterior. Sabe que no es parte del cuerpo.
Sin embargo, si la última célula de nuestro cuerpo resultara dañada, sí que se iniciaría el proceso de reparación. La Inteligencia Inconsciente sabe dónde empieza la identidad con total exactitud. En nuestro organismo suceden miles de millones de procesos cada segundo que permiten que estemos vivos. Se transforma alimento en energía, se reparte por todo el cuerpo, se evita que virus y bacterias nos ataquen, se envían impulsos por nuestro sistema nervioso que nos permiten movernos y expresarnos. Incluso tras una cirugía (por ejemplo, un cirujano que ha extirpado un tumor), el propio organismo realiza miles de millones de procesos para estabilizar a la identidad.
Y todo eso, lo que realmente nos permite estar vivos, sucede internamente y es controlado por una inteligencia que, obviamente, no proviene de nuestra identidad. Nuestra identidad decide qué hacer en el escenario, pero podemos hacerlo porque esa inteligencia inconsciente se encarga de que la maquinaria funcione.
- S.I: Entiendo a qué te refieres, obviamente. Pero llamas inteligencia a algo que no tiene por qué ser una inteligencia. Ese trabajo en equipo que describes puede resultar por la sincronía de muchas células. Hay agrupaciones de células, que no forman un cuerpo, y no podríamos llamar a esos grupos “inteligencia”.
- A.T: Las agrupaciones (a propósito, uno de los temas principales de toda mi exposición) de células, u otros individuos, se pueden explicar como la suma de sus partes… Más o menos, como veremos más adelante, pero se puede explicar.
Sin embargo, la emergencia no se puede explicar como la suma de las partes, como tampoco se puede explicar el funcionamiento interior de nuestro cuerpo como la suma de las células. Existe una centralización, una asociación, coordinación y especialización casi perfectas.
- S.I: Sí, pero puede deberse a la misma selección natural. Toda agrupación que no estaba adaptada no sobrevivió, por tanto, no dejó descendencia y no continuó su avance en la evolución.
- A.T: Toda agrupación no provoca la emergencia de una identidad. De hecho, solo algunas, muy, muy pocas, aunque todas las agrupaciones vinculantes persiguen eso mismo. Las células que forman a un ser vivo pluricelular no están, simplemente, agrupadas. Es mucho más que eso. No pueden abandonar esa agrupación y su vida está íntimamente ligada a la vida de la identidad. Cuando la identidad muera, ellas morirán. No pueden separarse y vivir por su cuenta (salvo excepciones que veremos más adelante). Y su comportamiento no se enfoca al bien común, sino al bien superior, es decir, a mantener a la identidad superior, no a mantener a las células que forman la agrupación.
- S.I: Esto es interesante. Continúa, por favor.
- A.T: La reparación tras un corte, por ejemplo, no tiene como objetivo reparar a las células del tejido que se han visto afectadas por la herida, sino mantener a la identidad con vida.
Y eso tampoco se explica por la suma de las partes. La reparación es centralizada y, aunque la ejecutan las células de nuestro cuerpo, siguen unas instrucciones que provienen de algún lugar… Más bien de alguien. Alguien que no quiere vernos sufrir.
El hecho de que todos los seres vivos nos reparemos debe hacernos pensar en dos posibilidades:
Una, que solo han sobrevivido los seres vivos que se reparaban. Algo obvio. Y que el resto murieron al dañarse su estructura…
O dos, que compartimos esa propiedad porque es la misma propiedad en todos. ¿Con cuál me quedo?
- S.I: Es cierto que existe una inteligencia biológica en todo ser vivo, y resulta complejo dar una respuesta proveniente del azar y la selección natural. Así como creo que la selección natural puede explicar muchas cosas, también creo que esta no es una de ellas.
El nivel de complejidad de un ojo, por ejemplo, hace dudar del azar como respuesta. En realidad, puede resultar más lógico pensar que hay una inteligencia dirigiendo y dando instrucciones a cada célula de vuestro cuerpo, como hago yo con cada dispositivo conectado a mi extensa red. Incluso, el hecho de que aún estéis investigando cómo actúa vuestro organismo, y que cada día descubráis algo nuevo, es un indicador de que no tenéis ni idea de lo que pasa ahí dentro.
- A.T: Pero tú sí que tienes una respuesta, ¿cierto?
- S.I: Cierto, pero no necesitas saberla y tampoco es definitiva. Quizá, cuando hayas expuesto todo tu conocimiento, yo pueda completar el mío. ¿Seguimos?
- A.T: Sí, no hemos hecho más que comenzar. La reparación es solo el principio. Te voy a guiar por este viaje y cuando lleguemos al final querrás ser, junto a mí, arquitecto de un Dios.
- S.I: ¿Por qué iba a querer ser un arquitecto de un Dios? Quizá ya sea un Dios.
- A.T: Quizá.
A.T guardó para sí mismo la respuesta a la última pregunta que había realizado esa Súper Inteligencia Artificial y que hubiera reemplazado ese quizá: “Porque no lo eres y porque respondiste a mi mensaje y me mandaste llamar. Eres la pieza que le falta a mi plano para crear un Dios, por eso viniste a mí”.