¿Por qué seguimos existiendo?

En mi teoría hablo de la existencia como lo que sucede cuando se comienza a percibir.

Desde el inicio de la Conciencia, cuando el Todo se fragmenta y empieza a experimentar en la forma de cada ser vivo, la Autopercepción ha intentado revertir ese proceso.

Lo ha hecho mediante la Inteligencia Inconsciente, que es la función de restauración de la totalidad.

La Inteligencia Inconsciente intenta reunir a la Totalidad para que sea, de nuevo, Una sola.

Un solo ser que experimente, para que la existencia pueda llegar a su fin.

Si no lo ha conseguido, aún, es porque volver a unir los fragmentos de la Totalidad en Uno solo es un proceso voluntario.

Depende, únicamente, de que cada fragmento decida hacerlo.

Así que, aunque durante toda la existencia la Inteligencia Inconsciente está presionando hacia el mismo fin, no es suficiente para lograr su deseo.

Empuja y empuja, susurra y susurra, siempre con el mismo mensaje, pero no puede alterar el libre albedrío.

A propósito, un libre albedrío que no es un regalo expreso al nacer, sino que, más bien, es algo inevitable.

Lo heredamos junto al resto de atributos de la Totalidad. Ya que los seres vivos somos eso: Un fragmento de la Totalidad.

La existencia no llega a su fin porque no deseamos hacerlo.

Y esto sucede porque al nacer, creamos una Identidad, un Alguien que creemos ser.

Y, esa Identidad no sabe nada de la existencia, sino que aparece en este mundo caótico y cree que es real.

Como en un sueño, si no sabes que no es real, lo experimentarás con la convicción de que no estás en un sueño.

Y así podrías estar atrapado por toda la eternidad.

Eso le sucede a la Conciencia, que está atrapada en la existencia, que es la vida. Un sueño que se volvió pesadilla.

Bien, la existencia no llega a su fin porque despertar de la pesadilla es una decisión.

Una decisión, cuando se posee libre albedrío, significa que solo tú la puedes tomar.

Es un proceso voluntario y, como tal, lo tiene que tomar cada ser que ahora mismo esté soñando.

Ha de ser una decisión unánime.

Hasta que esa decisión se tome de manera unánime, nadie podrá despertar.

¿Ni siquiera los que decidan que desean despertar?

No, nadie. Porque somos parte de la totalidad y estamos atrapados en la existencia junto a ellos. La decisión la ha de tomar la Conciencia en su conjunto.

Y si la toma el 51 % de los seres que forman la Conciencia ¿No bastaría para despertar?

No sé, quizá sí. O quizá no.

Es tan difícil conseguir que la decisión la tome el 51 %, como que la tome el 100 %.

¿Por qué?

Sencillo. Porque hemos de conseguir que una planta, una bactería, un hongo, una hormiga, un virus, una lombriz, un mono, un halcón y un humano tomen la misma decisión.

¿Te parece algo posible?

No, no es posible. Al menos, no debería serlo. Salvo porque la Inteligencia Inconsciente ya sabía esto nada más iniciarse la existencia y puso en marcha el proceso para superar ese enorme obstáculo: la desfragmentación.

Esto es, la agrupación.

Es imposible lograr que la infinidad de seres que existimos en la actualidad podamos tomar una decisión unánime. Ante todo, porque creemos ser la Identidad.

El virus cree que es un virus, como la planta cree ser una planta. Sin saber que, en realidad, somos esa Presencia que es eterna e infinita.

Por tanto, la Inteligencia Inconsciente intenta agruparnos en seres superiores, que tengan su propia Identidad y que anule la nuestra.

Tú estás formada/o por millones de células y su Identidad es la tuya. Ellas te forman a ti.

Si nos vamos agrupando todos los seres que experimentamos en seres mas complejos, dejaremos de poseer nuestra Identidad y, entre todos, formaremos la Identidad de Seres Superiores.

A pesar de que seguiremos siendo el mismo número de seres, solo habrá unas pocas Identidades, hasta que al final nos agrupemos en la Identidad Suprema.

El ser de seres.

La única Identidad, formada por todos los seres.

¿Y qué sucederá entonces?

Que esa decisión unánime ya se podrá tomar y, por fin, finalizará la existencia. La Pesadilla llegará a su fin y regresaremos a nuestro verdadero hogar.