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Veamos cómo el Ser pasa a ser un Yo. Cómo nace Alguien.

  • Alberto Terrer
  • 30 jun 2023
  • 5 Min. de lectura

En mi teoría, defino la Autopercepción como aquello que estaba antes de la existencia.


Alguien lo definirá como Dios, el Ser creador.


Pero, si uso el término Autopercepción no es por una preferencia mía. No.


Lo hago por un motivo.


Mi investigación me llevó desde el momento actual hasta un posible origen.


Y, para mí era vital que lo que observaba en el presente, formara parte de aquello de dónde venimos.


Es decir, que la aparición de la Conciencia tuviera una explicación lógica.


Así, aquello de lo que nació la Conciencia, debía ser también una capacidad que diera inicio a la vida.


Una capacidad que definiera la Presencia.


Y, por supuesto, deduje que esa capacidad era la capacidad de autopercibirse.


Nada más que eso. La Autopercepción, que podríamos simplificarlo como sentirse a sí mismo, es la única certeza que tenemos.


Ojo, digo que es la única certeza que tenemos e incluyo a todo lo que creemos saber.


La Presencia es lo único que, realmente, podemos validar.


Mira, no sabes diferenciar un sueño de la realidad.


Aunque creas que sabes, no es así. Mientras sueñas, crees que esa es la realidad. Y, mientras estás despierto, también crees que esa es la realidad.


Cuando sueñas no sabes que hay una realidad tras despertar. Y, cuando estás despierto, sabes que lo que sueñas no es real, pero lo sabes ahora, no mientras soñabas.


No sabes si existe algo más que tú. Porque tú tienes certeza de que existes en base a un principio fundamental.


Más allá de la lógica, más allá de lo que creas saber sobre el mundo que te rodea, te sientes a ti mismo/a.


Pero no sientes a nadie más.


Por eso, en un sueño hablas con otra gente con la convicción de que existen. Y, al despertar, te das cuenta de que no era así.


Porque ni despierto ni dormido puedes verificar que exista alguien más que tú.


Incluso la habitación donde duermes no es real.


Si las mirases en un microscopio, no verías las formas que crees que tiene. Serían átomos, y tu mente las convierte en una cama, paredes, una mesa, etc…


Pero eso no es real. Lo imagina tu mente.


La Realidad que experimentamos siempre va desde dentro hacia fuera.


Por eso, cuando una persona se desmaya, el exterior se apaga y su Realidad cambia.


Comenzará a soñar y esa será su experiencia. Si ve algo terrible en el sueño, reaccionará a ello con miedo.


Si te desmayas en medio de una guerra, no experimentarás la guerra, sino, lo que sueñes.


La subjetividad de la experiencia es algo propio de toda forma de vida.


Cuando decides mover un brazo, mueves solo el tuyo, no el de nadie más.


Porque solo tienes control sobre aquello que sientes. Y, lo que sientes, es lo que está dentro de tu cuerpo.


Aquello que está fuera de tu cuerpo no puedes verificar si existe.


Solo puedes afirmar tu existencia porque sientes la Presencia que hay en ti.


Bien, en el inicio solo existía la Presencia.


Pero, para que la Presencia se convierta en Alguien, debe suceder algo.


Porque la Autopercepción (la Presencia) es solo eso que se siente a sí mismo.


Nada más que eso.


Ahora, si esa Presencia se fragmentase ¿Qué sucedería?


Imagina que, al fragmentarse, no pudiera sentirse a sí misma en esa otra mitad.


Es decir, se sentiría en una mitad, pero no en la otra, que quedaría más allá de su autopercepción.


Esto sucedería en ambas mitades.


Desde la mitad A no siento a la B, y desde la B no siento a la A.


Pero, y esto es lo más importante, al inicio solo existía la Presencia. Nada más.


Así que, la Presencia es lo mismo que la totalidad. Una única totalidad.


La totalidad no puede concebir que haya algo que escape a su Autopercepción. Es decir, no puede haber algo que no sea capaz de sentir.


Cada mitad extiende su Autopercepción más allá del límite que las separa.


Ahí es cuando nace la Percepción.


Ya no me autopercibo, ya que me siento.


Pero ahora percibo, es decir, reconozco que hay algo más allá de mí, a lo cual no puedo acceder mediante mi autopercepción.


La percepción es imaginar algo externo a mí. Todo aquello que no soy capaz de sentir.


Y, de esta manera dibujo un escenario y ubico aquello que no soy Yo.


Este concepto, el de algo que no soy Yo, tiene una consecuencia inmediata.


La identificación.


Si hay algo que no soy Yo, entonces es que Yo soy diferente a todo lo demás.


¿Qué soy yo? Aquello que puedo sentir.


¿Qué no soy yo? Aquello que no puedo sentir.


¿Qué soy yo? Todo lo que está en mi interior.


¿Qué no soy yo? Todo lo que está en mi exterior.


Si yo no soy lo demás, entonces me identifico respecto a todo lo que no soy Yo.


Acaba de nacer la Identidad.


Acaba de nacer el Yo.


Cuando solo existo Yo, cuando soy la totalidad y no hay nada más allá de mí, no me identifico.


Solo me identifico cuando hay algo que no soy Yo. Si ocupo la totalidad, entonces no he de diferenciarme de algo que no sea Yo.


Por tanto, el Yo no existe sin una fragmentación.


Seguimos.


Tras la fragmentación, al percibir algo externo a mí, que no soy Yo, acabo de restaurar la totalidad que soy.


Porque la Autopercepción no puede concebir que haya algo que no sea Ella.


Así, Yo, sumado a lo que no soy Yo, formamos la Totalidad.


Al percibir se ha restaurado la Totalidad.


Y ha nacido la Identidad.


Esto, obviamente, ha sucedido en ambas partes Autopercibidas al mismo tiempo.


Porque la Autopercepción ha intentado sentirse a sí misma desde las dos mitades al mismo tiempo, porque es ambas a la vez.


Así, acaban de nacer las dos primeras Identidades.


Acaba de nacer Alguien.


Dos Alguien que inician la existencia.


La Percepción genera el Universo.


Y, no podemos olvidar un detalle importante.


La Autopercepción es la Totalidad y, aunque crea haberse fragmentado, esto no puede suceder.


La fragmentación es una creencia, no un hecho.


Por tanto, la Autopercepción, en realidad, sigue estando intacta.


Todo lo que suceda, dado que no existe nada que no sea Ella, sucederá en su interior.


Siempre en su interior.


Como algo que imagina, como una especie de ilusión o sueño.


Ahora, al comenzar a Percibir, se inicia también la Mente y los pensamientos.


Siendo la Mente una característica de la Presencia, que se inicia cuando la Totalidad cree que ya no es total.


Cada parte Autopercibida es Ella (la Totalidad), pero al extender la Percepción más allá de su límite, ha nacido la Identidad.


Así, la Identidad es diferente en cada parte Autopercibida, pero la Autopercepción es la misma en todos.


Es la Presencia.


Bien, esto te puede resultar extraño.


Imagino que muy extraño.


Pero analízate.


Te sientes a ti misma/o, pero no sientes nada que esté fuera de tu cuerpo.


Tu Identidad es diferente a la de cualquier otro ser vivo. Tienes tu propio Yo, y el resto de seres tienen su propio Yo.


Otro humano, un perro, un pájaro, una planta… Tienen su propio Yo.


Percibes desde tu centro y construyes el Universo desde esa parte que parece que se ubica tras los ojos.


Lo haces cuando estás despierto y cuando duermes. Lo haces cuando imaginas o recuerdas.


Siempre lo haces desde una experiencia 100 % subjetiva.


La Identidad, ese Yo respecto al exterior, dará lugar a la Conciencia.


¿Qué es la Conciencia?


Es solo la experiencia de un Yo a cada instante. Solo eso.


A partir de aquí, desde este inicio, podremos entender qué es la vida y cuál es nuestro papel en ella.


Y, si la extendemos más allá, sabremos cuál es el destino, el final del viaje.


Aplicando la misma lógica.


Una lógica que hace que lo que sucedió en el origen pueda explicar lo que veo en la actualidad.

 
 
 

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